jueves, 2 de febrero de 2012

Vendas.

Helou, belou, yelou, mis adorados desnutridos. Hoy os traigo un pequeño relato que escribí hacer un par de años o 3 (de verdad, no me acuerdo). El caso es que este relato (un poco largo, para qué mentir) me gusta especialmente, me salió del alma y aparte quedé 3º en un concurso (que no es mucho, pero a mí me sube el ego que te pedes), por lo que me siento especialmente orgulloso de él. Espero que lo disfrutéis y que no os aburra. Y recordad: ¡no confundáis los cerebros con las coliflores!

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Abro los ojos aún aturdido. 
Me froto la cabeza, a pesar de que no noto dolor alguno... Debo de haber reaccionado inconscientemente. 
Miro a mi alrededor. Un amplio pasillo se extiende ante mí, en cuyo final se puede ver una pared de tapices granates al igual que el resto de las paredes. Me levanto despacio, y veo que hay algún que otro escombro en el suelo. Empiezo a avanzar hacia el final del pasillo, que desvía hacia la derecha. Justo cuando llego al final, justo cuando voy a cruzar, me encuentro con alguien. 
Apenas le veo, pues las luces permanecen apagadas. Pronto, como si de un juego se tratase, las luces se encienden ante mi asombro. Es entonces cuando la veo. Es una mujer, puesto que tiene formas de mujer. Es delgada y de mi altura, más o menos... Le miro la cara, pero sólo puedo ver un ojo, de un iris rojo, que parece brillar como una chispa de fuego. el resto de la cara, permanece vendada, al igual que prácticamente todo su cuerpo, excepto su brazo derecho y su pierna izquierda. El resto es puro vendaje. Hay algo en ella que me atrae, Pero también algo que me rechaza, ya que permanece vendada, y, allí donde debería estar el otro ojo, veo cabello, del mismo tono rubio que el que recubre su cabeza. 
De pronto, se da la vuelta y se pone a andar hacia la derecha, justo hacia dónde me dirijo yo. Me decido a seguirla. Al volverme hacia la derecha, veo otro pasillo, con algunas puertas de color canela. Una de ellas, a mano derecha, se está cerrando y la mujer o chica con la que me he encontrado, ya no está, por lo que debe de haber entrado por esa puerta. No veo por qué no puedo ir tras ella, no tengo nada mejor que hacer. La puerta, por su parte, va cambiando de color, tornándose de un verde claro. Me acerco a la puerta, que ya se ha cerrado. Una vez frente a ella, me da un escalofrío, que me recorre toda la espalda, y se me erizan los pelos de la nuca. Miro a los lados, y noto una sensación extraña. 

Alguien me sigue... O alguien me busca. 
Abro la puerta, y no veo más que la pata de una mesa, la cual se oculta en las sombras. Lo único que puedo ver es esa pata, del mismo color actual que la puerta. El resto está tapado por las sombras. También veo el suelo, gracias a la luz proveniente del pasillo. Está hecho de madera, pero eso no importa, debo ocultarme. Lo único que se me ocurre es tumbarme en el suelo, justo al filo de la puerta, entrando en la oscura habitación. Me quedo acurrucado, escuchando los pasos provenientes del pasillo. Intento cerrar la puerta con el pié, pero es complicado y solo logro dejarla entreabierta. Entonces me doy cuenta: ¿Cómo demonios pretendo ocultarme, si tan solo me he tumbado en el suelo, y encima en el filo de la puerta? Miro por encima de mi hombro para ver el pasillo por el cual he entrado. Veo que hay un escalón, que llega justo a dónde acaba mi hombro... No recuerdo que hubiese un escalón antes... 
Oigo los pasos cada vez más cerca. Permanezco inmóvil. La puerta se abre de golpe, y entran dos tipos corriendo. Se quedan parados justo en la pata de la mesa que logro ver. Se enciende una luz, pero no veo de dónde proviene, y no ilumina la habitación por completo, ya que el techo queda a oscuras. De modo que puedo ver a los tipos que han entrado. Parecen hombres, pero no puedo ver sus rostros, por que la luz no alcanza a iluminarlos. Oigo que ríen y hablan en un idioma que desconozco. Depositan una botella vacía de anís sobre lo que yo creía que era una mesa. Ha resultado ser una cama... Entonces se van por una puerta, que hay junto a otra puerta, aparte de la puerta por la que he entrado. La puerta se queda abierta, pero no veo nada en su interior. Sólo veo oscuridad. Pasan unos segundos hasta que vuelvo a levantarme observando con precaución la habitación. Justo donde acaba la cama, hay un saliente en la pared en el que se apoya una mesita. Si, he dicho una mesita, y esta vez sí es una mesita. a la derecha de la mesita, están las dos puertas, una, por la que han entrado los dos tipos, y otra que está cerrada y hay una especie de reloj en el marco superior. 
Sobre la cama, sentada sobre sus rodillas, se encuentra la chica vendada, con sus manos sobre su cabeza. Me quedo mirando atónito, como procede a quitarse las vendas de su rostro. La puerta se cierra detrás de mí, pero no me interesa. La habitación se ha iluminado inexplicablemente, y ahora puedo ver el techo, del mismo material que el suelo y las paredes. La botella de anís está ahora en la mesita, pero eso no me importa. Sigo mirando como se va quitando las vendas de su rostro. Ha resultado ser pelirroja, y no rubia. Pero es hermosa... Es el ser más hermoso que he visto nunca. Tiene el pelo sujeto en una coleta por detrás, dejando caer dos mechones a modo de flequillo. Me quedo mirando su rostro, el cual no me quita ojo de encima, y me doy cuenta de que sigue quitándose vendas. 
A medida que se va quitando sus vendas, va mostrando su cuerpo, desnudo, por lo que veo. Se queda como está, sentada sobre sus rodillas, pero ahora desnuda y sin vendas. Me acerco a ella, hipnotizado por su belleza. Y justo al ponerle mis manos sobre sus hombros, la habitación da una vuelta y me veo tumbado en la cama. mirando a la puerta. No hay nadie más que yo. Pero algo más ha cambiado. No recuerdo tener pechos, ni la piel tan suave, ni ser pelirrojo... 
Un momento. 
Bajo la vista poco a poco, y veo asombrado, que estoy en el cuerpo de una chica... No... ¡En el cuerpo de la chica de las vendas! Miro a mi alrededor. No hay nadie. Vuelvo a bajar la vista. Noto como me ruborizo. Me palpo la mejilla derecha con la mano derecha, y con la mano izquierda acaricio mis piernas. Voy subiendo... Me detengo. Miro al frente. Allí está ella de nuevo. Desnuda, mirándome. A los pies de la cama, pero sin estar sobre ella. Vuelvo a bajar la vista... Vuelvo a ser yo... Suspiro aliviado, y vuelvo a mirarla, pero ella está a unos pocos dedos de mí. Entonces oigo un portazo que libera del empanamiento. 
Al volverme a mi izquierda, veo a un hombre, de pié, frente a la puerta abierta tras la cual solo hay sombras. Le miro el rostro y entrecierro los ojos, para verle mejor. Tiene la cara pintada... Como si hubiera intentado pintarse de payaso, pero sin un espejo. Es grotescamente macabro. Sonríe y me hace un gesto con la mano para que le siga. Vuelvo a mirar a la chica, pero ella ya no está. Ha vuelto a desaparecer. Miro al hombre con la cara pintada, el cual está ahora frente a la puerta cerrada, con el reloj en lo alto del marco superior. Vuelve la vista hacia mí y me vuelve a hacer el mismo gesto. Bajo de la cama, y veo a la altura de mi cintura, a un enano. Un hombre enano negro. Se va corriendo al lado del otro hombre con la cara pintada y la puerta se abre. Veo nieve y un abeto tras ella. Los copos de nieve van entrando poco a poco. La puerta se cierra de golpe y vuelve a abrirse. Esta vez sólo veo un ligero resplandor surgiendo de ella. Tiene un color azul celeste, tirando a verde. El hombre con la cara pintada y el enano, entran. Veo la mano del hombre con la cara pintada saliendo y haciéndome un gesto para que me acerque. Entro en la estancia. 
Una vez dentro, me doy cuenta de que es una sala en forma de U, no demasiado amplia, que tiene unas pocas puertas. Parece un lavabo. Doy unos pasos y veo los retretes pegados en la pared de mármol. Veo toallas también y una serie de retretes tapados con una puerta. Entro en uno a mi izquierda, y veo a una mujer de aspecto asiático, que sale del retrete ignorándome. Grito a causa del susto que me ha dado. Tras ella estaba el enano negro de antes, el cual me hace un gesto con la mano indicándome que baje la voz... O que me tranquilice. 
El enano se mueve por la sala y gira a nuestra izquierda de nuevo. Llegamos a otra sala, bastante iluminada y llena de televisores de todas las formas y tamaños. El hombre de la cara pintada está allí y nos sonríe. La sala es similar a la de un centro comercial especializado en televisores. De pronto se apaga uno de ellos. El hombre de la cara pintada y el enano, corren a encenderla, con rostro de preocupación. Al encenderla, se apagan dos televisores. Se separan y corren a encender los televisores apagados. Una vez encendidos, se apagan otros cuatro televisores, entonces me miran, y me hacen gestos, pidiéndome ayuda para que encienda los televisores junto a ellos. Pronto me veo corriendo de un lado a otro encendiendo televisores. La sala se va oscureciendo a medida que los televisores se apagan. Los rostros de preocupación se agudizan. 

Malo. 
Algo me dice que si la oscuridad cubre por completo la estancia, pasará algo muy chungo. Sigo encendiendo televisores como un desesperado, ignorando las sombras que avanzan a por mí. Entonces, cuando sólo queda un televisor encendido, nos detenemos. Yo me quedo mirando el televisor, el cual no emite ninguna imagen en concreto, tan solo se vé en blanco. Me niego a volverme para ver el infierno de oscuridad que hay tras de mí. Se apaga el televisor. Aterrado, cierro los ojos y grito violentamente. Al volverlos a abrir, vuelvo a ver algo de luz. Con la respiración acelerada y con el corazón apunto de salírseme del pecho miro a mi alrededor. Todo lo que puedo ver, es mi habitación en la semioscuridad. Miro a mi izquierda, y veo a mi chica, dándome la espalda, durmiendo plácidamente. Veo su cabello negro y suspiro. Me froto el rostro con las manos, empapado de sudor. Alzo la vista, y la veo. Frente a la puerta de mi habitación. Es ella, está aquí... Y vuelve a estar cubierta de vendas. 

Cierro los ojos de nuevo. No pienso volverlos a abrir. Noto como sube a la cama, como se acerca. Noto su respiración ante mí. Entonces abro los ojos. Veo mi habitación. Vacía. No hay nadie. Miro a mi izquierda y no veo nadie a mi lado, durmiendo. Sólo entonces suspiro, aliviado. Miro hacia la puerta de mi habitación. No veo a nadie. No hay ninguna chica envuelta en vendas... No ha sido más que un sueño... Un sueño sin sentido. Mantengo la vista fija en la puerta. Sé que no está allí, pero noto su presencia. Sé que solo ha sido un sueño, pero ha sido muy real. Noto como está allí, aunque yo no pueda verla... Un sueño.

2 comentarios:

  1. Es verdad que ya lo había leído, pero me ha parecido igual de sorprendente y ameno ^^

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  2. Impresionante, en serio, me he metido por completo en tu historia. Me ha gustado mucho =D

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